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Madre con Demencia
Yo cuido a mi madre con Alzheimer desde que la diagnosticaron y nos dijeron que ya no podía seguir viviendo sola. Me la tuve que traer a mi casa, porque soy la única hija mujer y los hombres casi nunca se hacen cargo. Igual mis hermanos tratan de estar presentes y visitar seguido, pero al final son mis cuñadas las que más trabajan cuando vienen, mis hermanos dicen que les “da cosa” llevar a mi mamá al baño o ayudarle a vestirse.
Ella no fue una madre cariñosa, tanto en mi niñez como en mi juventud me faltó afecto de ella. Creo que por eso ha sido tan difícil cuidarla, ser siempre suave y gentil, incluso las veces en que ella se pone “pesadita”. Mi dificultad es mucho más emocional que física, porque mi marido me ayuda harto en todo lo que es más físico. Afortunadamente mi mamá aún no está postrada, la levantamos todos los días y pasa el tiempo entre la pieza, el living y el patio. Hay que ayudarle en todo eso sí (como ir al baño, bañarse, vestirse).
Hay días buenos en los que ella comparte conmigo y podemos entablar una pequeña conversación y escuchar a la Violeta Parra que tanto le gusta. Otras veces está muy perdida, llora, se angustia, cree que nos estamos burlando de ella si escucha que mi marido y yo nos reímos; o cree que le robaron plata y se indigna… Ahí uno no sabe qué hacer. Una vez me pasó que una vecina estaba en mi casa y escuchó cómo mi mamá lloraba y decía que le habíamos robado y que nos estábamos riendo de ella. Ella pensó que era cierto, dudó de mí y me encaró, fue terriblemente triste e injusto.
Si tuviera que dar un consejo a otros cuidadores les diría que se preparen, cuidando siempre sus buenas relaciones entre familiares y amigos, para que cuando llegue el momento de cuidar a otro, tengan red de apoyo. Uno necesita compañía, necesita que lo releven; y no un par de horas, sino un par de días a la semana ojalá, igual que si fuera un trabajo. De hecho, es un trabajo pesado.
Elena, 70 años
Marido con ACV
Esteban, mi marido era un hombre super divertido, inteligente y trabajador. Me gustaba mucho conversar con él y siempre tomaba mis decisiones con su consejo, si no, no me quedaba tranquila. El era muy ordenado con la plata y eso me ayudaba a mí que soy más “al lote”.
Hace 5 años le dio un accidente vascular, estábamos en plena pandemia. Eso hizo que la rehabilitación se postergara. No se pudo hacer altiro después del alta porque no habían terapias ambulatorias, había que estar en la casa no más. Entonces me las tuve que arreglar bien sola al principio. Después, con las terapias, aprendimos que las cosas se pueden hacer mejor y más fácil, pero hay que saberse “las técnicas”.
Esteban ya no es el mismo, camina muy lento con un bastón, pero eso no es lo más difícil para mí. Lo más difícil es que él ya no es igual. Me cambiaron a mi marido. Su sentido del humor se fue, ahora se enoja por todo, ya no me aconseja, ni me ordena las finanzas, ni maneja el auto, y tampoco volvimos a tener intimidad.
Antes trabajábamos juntos en un negocio familiar y ahora es poco lo que él logra cooperar con eso, porque se cansa y su pensamiento es más lento. Yo hago casi todo. Lo bueno es que me di cuenta de que puedo hacerlo bien igual, y eso hace que mi autoestima se vaya para arriba.
Nosotros siempre nos quisimos y nos prometimos que íbamos a apoyarnos en las buenas y en las malas, por eso estoy aquí con él, al pie del cañón. Yo creo que él habría hecho lo mismo por mí ¡supongo! A pesar de que nuestras conversaciones son diferentes ahora, igual cuando nos miramos a los ojos nos encontramos, y prefiero tenerlo con sus secuelas que no tenerlo.
Teresa, 62 años
